21 de febrero de 2011

Nacer, ilegalizarse y morir


El 8 de febrero los abertzales presentaron el enésimo nuevo partido con el que tratarán de colarse en  ayuntamientos, juntas generales y, quién sabe, algún parlamento autonómico. Esta vez lo hacen habiendo barrido primero la casa y curándose en salud presentando unos estatutos que rechazan la violencia, incluso la de ETA. Y actúan de este modo porque piensan que con esas medidas les bastará para demostrar su legalidad y adecuación a la ley de partidos políticos.

Lo que Sortu −el nuevo partido− quizá no sabe es que rechazar la violencia no será suficiente.  La verdadera prueba será  que sus filas carezcan de genes relacionados con partidos ilegalizados o disueltos y, mucho menos, con los de la banda terrorista ETA. Batasuna no fue ilegalizada en 2003 solo por no condenar la violencia sino porque se demostró que era la organización política de ETA, como así lo avaló el Tribunal europeo de Estrasburgo.

Uno de los yugos del nuevo partido abertzale reside en un matiz valorativo en el rechazo a la violencia de ETA: no condenan la violencia anterior al último alto al fuego, 850 asesinatos. Sortu no es más que otra careta de Batasuna que trata de meterle un gol al Estado de derecho. El problema es que debe ser una careta muy mal lograda porque PP y PSOE ya han extendido el dedo acusador contra la nueva formación política y la Fiscalía General del Estado moverá ficha ante el Tribunal Supremo con los informes de la Policía Nacional y la Guardia Civil debajo del brazo que aportan pruebas de la vinculación de Sortu con el entramado político de ETA y la ilegalizada Batasuna.

Las ilegalizaciones de formaciones como Sortu son profundamente necesarias para mandar un claro mensaje a la banda terrorista de que no puede firmar un alto al fuego y hacer como que no ha pasado nada. Deben seguir dando pasos hacia la paz, deben entregarse, abandonar las armas definitivamente y, si les queda corazón, arrepentirse de la sangre derramada. Solo entonces España se les dará el privilegio de la confianza a las nuevas formaciones abertzales.

Hasta entonces, los que defiendan la independencia del País Vasco no tendrán más remedio que morar en las pensiones “legales”  de sus antiguos colegas. Esto es lo que los miembros de Sortu deberán hacer,  integrarse en las listas de partidos ya legalizados que se escindieron a tiempo de Batasuna y condenaron la violencia, como es el caso de Aralar, que se escindió de Herri Batasuna.

Sortu viene a significar «nacer» en euskera. Parece verdaderamente complicado que cualquier nueva formación política del entorno abertzale no sea examinada con lupa y acabe siendo ilegalizada y disuelta. Nacer, ilegalizarse y morir será, sin duda, la biografía de la última formación política de ETA.


Editorial para Redacción Periodística II: géneros interpretativos y de opinión

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